En Alemania te conceden una prestación
por desempleo equivalente al pago del alquiler más unos 400 euros en efectivo,
siempre y cuando te estés muriendo de hambre. Si tienes un coche, véndelo o no
cobrarás la prestación, si tienes una pareja que te mantiene, rompe con ella o
no cobrarás la prestación, si eres un desempleado que mendiga en la puerta de
la iglesia, deja de mendigar o no cobrarás la prestación. Nunca estuvimos tan
bien vigilados.
En estos momentos la figura de los
“minijobs” está en tela de juicio por ser utilizada para trampear los escalofriantes
datos del desempleo y no para solucionar el propio desempleo. Y es que la
Canciller Alemana ha encontrado la solución para engañar al resto del mundo:
“elegir entre más desempleo o más desigualdad”. Según esto, la única razón por
la que el desempleo es alto en la mayoría de países, es porque eligen tener más
igualdad social a un empleo digno, en resumen, no utilizan los “minijobs” al
estilo alemán. Ya no hay que crear empleo sino crear minijobs precarios, de
sueldos miserables y con baja seguridad laboral, bajas cotizaciones y aun más
bajas las pensiones.
Alemania ya no exporta tan sólo
excelentes vehículos de lujo, sino que están empezando a exportar su propio
sistema económico, en el que tras repetir incansablemente que no hay más
solución que la austeridad, el pueblo alemán se lo está creyendo.
En terminología económica existe la
idea insostenible de que el trabajo es limitado y notablemente estático. Lo
llamamos el “sofisma de la falta de
trabajo”. Por esta razón muchos empresarios o líderes de la derecha más
rancia aumentaban las horas de trabajo manteniendo el mismo sueldo. Más tarde,
en esta lucha por los derechos humanos, viciada de antemano para el empresario,
reducen el salario mensual sin reducir las horas de trabajo, o mucho peor,
despiden libremente (y ahora con la nueva reforma laboral más aún) dejando de
contratar.
Tenemos una derecha europea más
numerosa que nunca. Y no han tardado en echar la culpa a la falta de trabajo
para subsanar sus erráticas y patéticas formas de gobernar y sus deleznables
métodos podridos por la corrupción. Según la teoría económica neoconservadora,
el trabajo depende de la cantidad de producción, la cantidad de producción
depende del consumo y el consumo depende de la renta que cobramos de nuestro
trabajo, es decir, que cuanto más trabajamos, más producimos y también más
consumimos ya que tenemos una renta por nuestro trabajo. Pero esa es la teoría
neoconservadora, que dista mucho de la práctica neoconservadora, que consiste
en reducciones de los derechos laborales, despidos a la carta y unos ajustes
nacionales excesivos y demasiado duraderos que siempre recortan en las mismas
partidas presupuestarias, las que afectan sobremanera a la población media y
baja: Educación, Sanidad, Igualdad, Justicia, Dependencia, en resumen, el
Estado del Bienestar.
Este concepto absurdo del “sofisma” es
difícil de creer, pero habría que analizar qué conllevaría si lo aceptásemos
como verdad irrefutable:
Primero se fomentaría el fatalismo. El
Pueblo, independientemente de la ideología que tuviese, se creería esta falacia
y al pensar que no se pueden crear más puestos de trabajo, dejarían de
presionar a los líderes políticos para que hiciesen su trabajo que no es otro
que buscar soluciones a los problemas de sus electores (votantes o no).
Segundo. Este concepto fatalista
fomentará el proteccionismo ya que al pensar que no se pueden crear nuevos
puestos de trabajo por encima de los existentes, se protegerían los actuales
cerrando fronteras, negando la entrada a los productos extranjeros y a los
emigrantes, volviendo a una etapa de autarquía como la vivida en la primera
mitad del franquismo.
La solución viene de la mano de los
empleos de nueva generación, las nuevas energías renovables, la I+D+i y la
potenciación de nuestra imagen pasando por un turismo de calidad y unas industrias
más avanzadas y pioneras.
SALVADOR DÍAZ
Economista
Miembro Grupo CAPITOLIO ROJO
Militante PSOE-Jódar (Jaén)
@salvadv
salvadv.blogspot.com
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