Lo
qué pueden hacer las empresas y el Estado para acabar con la actual crisis es
muy distinto de lo que realmente están haciendo, pues estamos bajo un sistema económico
cuya política monetaria y fiscal no es imparcial sino que está corrompida por
el “Señor de Verde” más conocido como dólar. Los intereses de los distintos
agentes son muy distintos, pues mientras los trabajadores nos conformamos con
poder sobrevivir llegando a aceptar un deseado puesto de trabajo “mileurista”,
los políticos que son nuestros legítimos representantes, elegidos de manera más
o menos acertada, están perdiendo credibilidad gracias a los, cada vez más
habituales, corruptos que atacan a cara descubierta a nuestro imprescindible
Estado del Bienestar. Estos, necesitan ganar las elecciones y no vacilarán en
favorecer a las empresas, que no votan pero mal financian los caprichos de los
poderosos. Por otro lado, los “altos” ejecutivos caen cada vez más “bajo” al
darnos lecciones sobre como vivir nuestra vida cuando no hacen otra cosa que
limitarla creando desempleo, pobreza nacional y caos. Tan sólo hay que recordar
a los ejecutivos de la famosa “Lehman Brothers” que tras ser la gota que colmó
el vaso de la crisis al declararse insolventes por banca rota, fueron premiados
con meteóricas cantidades de dinero impronunciables.
Pero
no olvidemos que aún hay ideas buenas como implementar la conocida Tasa Tobin
que consiste en aplicar una simbólica tasa de entre el 0,05-0,1 % sobre toda
transacción financiera de carácter especulativo, sobretodo, la compra de
divisas y las operaciones de cambio a corto plazo. También se puede fomentar la
banca pública o al menos el ICO (Instituto de Crédito Oficial) que siempre será
más eficaz que concederles un préstamo a los bancos para que supuestamente
concedan créditos y así rescatarlos de unas pésimas gestiones, mientras que sus ejecutivos cobran 100 euros
la hora. Reactivar los microcréditos o fiscalizar el patrimonio de las clases
altas a la vez que introducir nuevos tramos en el IRPF, también son otras ideas
puramente socialistas a tener en cuenta.
La
Economía de un país no debe basarse ni en el liberalismo capitalista ni en la
planificación comunista. Debe de existir una armonía general entre las empresas
y el Estado, siempre bajo la lógica de la razón y nunca de los mercados, y por
encima de todo, teniendo presente al legítimo dueño de cuanto nos rodea, el
CIUDADANO. Y puesto que no se le exige al empresario repartir de forma
ecuánime los beneficios netos que
llegase a conseguir su empresa, tampoco se le de debería permitir repartir del
mismo modo las pérdidas en las que se incurriera. La solución a esta crisis no
puede basarse en el despido masivo y la contratación arbitraria cuando el error
reside en el mal político, que favorece lo injusto, o en el mal empresario, que
elige una estrategia operativa inadecuada a la hora de contratar excesiva mano
de obra mal cualificada y desecharla como un clínex cuando ya no le hace falta,
reduciendo de este modo su valioso capital humano. Bastaría con reducir
sensiblemente los beneficios brutos anuales o reducir la masa patrimonial si se
necesitase liquidez, pero siempre apostando por el factor humano por encima del
factor capital. De este modo “lógico” y “razonable” no se castiga a los
trabajadores cuando hay pérdidas, pues nunca se les recompensó cuando había
beneficios. Además, es teóricamente imposible aumentar los beneficios
reduciendo la plantilla, pues esto tan sólo aumenta el desempleo reduciendo
drásticamente la demanda, favoreciendo el ahorro y no el consumo, y al final
las empresas volverán a tener pérdidas teniendo que despedir de nuevo.
Son
estas medidas desproporcionadas y depredadoras las que hacen que se desconfíe
de la cada vez más inmóvil clase política y del capitalismo exacerbado
representado por las grandes multinacionales, y son las mismas quienes nos
alientan a intentar de algún modo caminar por la vía social y del bienestar.
La
ideología es difícilmente separable a la hora de tomar las decisiones
adecuadas, sobretodo si existe una burocracia supranacional e imperfecta como
es el FMI o el Banco Mundial que hacen que los países en vías de desarrollo no
terminen de desarrollarse o que países tan distintos y con gobiernos de
ideología tan opuesta como son España, Alemania y Estados Unidos no finalicen
su etapa de recesión. Aunque ya se sabe
que la crisis desgasta y acaba con el Gobierno que la gestiona, tenga o no la
culpa. Y es que los líderes políticos están viendo como su influencia y poder
se está mermando y su credibilidad desapareciendo ante un sistema económico
dominado por el todopoderoso Mercado.
Salvador Díaz Vargas.
Miembro del Grupo Capitolio Rojo.
@salvadv